sábado, 7 de abril de 2007

CIUDADES LENTAS

Ciudades lentas, modelo del siglo XXI
Patricia Colino / MADRID (30-11-2004)

Son, todavía, movimientos minoritarios. Pero empiezan a hacerse oír en distintos países del mundo y constituyen ya una nueva filosofía, un estilo de vida diferente. La legión de partidarios de resistir a la aceleración del siglo XXI y darse un respiro crece y se organiza bajo una seña común: disfrutar de un tiempo de calidad.

Sus precursores no pretenden parar el reloj ni rechazan los milagros tecnológicos y científicos de la sociedad moderna. Simplemente tratan de evitar ser devorados por el tiempo e intentan tomárselo a sorbos, saboreando.

El movimiento antiprisas surgió en Roma en 1986 como respuesta a la apertura de un McDonald's cerca de la monumental escalinata de la Plaza de España. Nació para hacer frente a la invasión del fast food y del fast life style (el estilo de vida rápido). 18 años después agrupa a más de 80.000 personas en los cinco continentes.

Pero no sólo se ha quedado en un movimiento gastronómico y de exaltación de los sabores, la producción alimentaria artesanal o la ganadería y la pesca sostenibles. La filosofía de la vida tranquila, que reivindica el placer de las pequeñas cosas y el respeto a la naturaleza en contraposición al ritmo frenético que impone la vida actual, se ha trasladado a otros ámbitos. Es, sobre todo, en el municipal donde arraiga con más fuerza.

Así, a iniciativa de otras tres ciudades italianas, Orvieto, donde se encuentra el Palacio del Gusto (sede nacional e internacional del Slow food), Positano y Bra surge en 1999 Cittaslow (ciudad lenta), un movimiento muy consolidado en Italia que, tras seis años de actividad está despertando el interés de ciudades de todo el mundo, que consideran que pertenecer a este club de ciudades tranquilas constituye no sólo un gancho político sino un reclamo turístico nada desdeñable.

Cada vez llegan más propuestas de adhesión, dice el coordinador

'Cada vez nos llegan más propuestas de adhesión. Recientemente, nos han pedido asociarse tres ciudades australianas, dos de Nueva Zelanda, tres portuguesas y tres españolas. Y estamos en contacto con ciudades en Francia y Estados Unidos', señala Massimo Borri, uno de los coordinadores de la asociación y responsable de las relaciones internacionales.

El movimiento agrupa actualmente en torno a 40 ciudades italianas y 30 extranjeras, entre ellas inglesas, noruegas, canadienses y alemanas, todas ellas con menos de 50.000 habitantes. La asociación cuenta con su propio manifiesto y estatutos y reglamento de adhesión. 'La idea es que todo lo que tiene que ver con el buen vivir, con la calidad de vida ciudadana, debe estar garantizado por las autoridades municipales', explica Borri.
La asociación trata de crear un nuevo modelo urbano basado en el 'buen vivir', que significa 'disponer de servicios y soluciones que permitan a los ciudadanos disfrutar de forma simple de su propia ciudad'.

Como dice el manifiesto de la asociación, 'vivir en una ciudad tranquila es un modo de ser, una manera diferente de que transcurra la vida cotidiana, de una manera más lenta, menos frenética, productiva y veloz, pero sin duda más humana y ecológica, más solidaria con las generaciones presentes y futuras y respetuosa con lo local en un mundo cada vez más global'.

Pals, Begur y Palafrugell piden su adhesión

Pals, Begur y Palafrugell, las tres en Cataluña (España), son las primeras localidades españolas que han solicitado su adhesión a esta asociación internacional, que la semana pasada celebró su asamblea anual en Orvieto para analizar las nuevas peticiones y renovar los órganos directivos. El coordinador internacional de Cittaslow, Massimo Borri, subraya que las ciudades aspirantes tienen que demostrar primero que cumplen los requisitos necesarios para sumarse al movimiento, sobre todo en cinco áreas clave: política ambiental, de infraestructuras, tecnología y calidad urbana y promoción de los productos autóctonos. Después, un comité especializado se encarga de verificar in situ que los requisitos se cumplen y si es así se autoriza a la ciudad a distinguirse con el logotipo del caracol.

Pero además de los tres catalanes otros municipios españoles han mostrado su interés por la iniciativa. El teniente alcalde de Villaviciosa (Asturias), Juan Basilio, explica que la propuesta de formar parte de esta asociación se ha incluido en el plan de reordenación urbanística recién elaborado, y que tiene como objetivo 'potenciar la calidad de vida de los ciudadanos de esta localidad, reducir las velocidades de conducción y aumentar los espacios ajardinados', entre otras cosas.

Las claves

Las 'ciudades tranquilas' desarrollarán una política ambiental tendiente a mantener y desarrollar las características del territorio, una política de infraestructuras que revalorice las áreas de recreo y zonas ajardinadas, con aparcamientos subterráneos y grandes zonas peatonales, y que desarrolle servicios pensados para mejorar el bienestar del ciudadano, con horarios comerciales coherentes con sus necesidades. Prestarán mucha atención a la hospitalidad y a la buena mesa, con una firme defensa de la producción autóctona.

Para formar parte de esta asociación, obtener la certificación y poder utilizar el logotipo que distingue a sus miembros (un caracol) hay que enviar un requerimiento de adhesión en el que se declara que la ciudad aspirante está dispuesta a acogerse a los principios del manifiesto y a cumplir con los estatutos y los requisitos. La sede está en Orvieto (www.comune.orvieto.tr.it).

No todas las ciudades pueden asociarse a este movimiento. El primer requisito es no tener más de 50.000 habitantes. Tampoco pueden sumarse las capitales de provincia. Además hay que pagar una cuota anual de adhesión según el tamaño de la ciudad. Aunque es un movimiento en el que no caben las grandes metrópolis, sus precursores creen que cabe la posibilidad de extenderlo a los barrios de las ciudades.












1 comentario:

Anónimo dijo...

Haznos un favor a todos y cambiar el color del fondo o de la letra. He intentado leerlo pero he estado a punto de sufrir un ataque epileptico.

De nada.